¡Y LA CARPA SE CAYÓ!
- Havana Azul
- 24 ene 2016
- 4 Min. de lectura
Algunas personas aman celebrar sus cumpleaños rodeados de su familia y amigos, en una casa, en torno a la mesa y con un gran dulce. Quizá con comida, globos... Algunos de fiesta, con música muy alta, muchos tragos y demás.
Sin embargo, hace un años decidí hacer un cumpleaños diferente. Decidí irme con mi mamá y mi hermano a acampar a la Laguna de San Carlos.
Lo curioso es que nunca había acampado sola. Las dos veces que había ido siempre iba con amigos que me ayudaban a colocar la carpa, y a preparar todo lo demás. Tenía una idea básica, obviamente, pero aún no tenía idea de muchas cosas.
Llegamos a la Laguna, que es realmente hermosa y si no han ido deben ir. Pueden llegar fácilmente con waze o google maps, y pueden ir hasta en bus. El carro entra hasta el lugar de camping si llegan temprano (creo que cierran esa área a las 5 o 6), cobran por persona, por carpa y por carro, pero es algo realmente accesible y el lugar está siempre limpio. Hay un pequeño restaurante para comer, pero pueden llevar sus propias cosas. (Ok, creo que me desvié del tema) Como les seguía contando, llegamos a la Laguna de San Carlos y nos emocionamos mucho por lo bello que era todo. Bajamos del auto, y como si supiéramos qué rayos hacíamos, colocamos la carpa. Cabe decir que estaba realmente lleno, casi que carpa con carpa y carro con carro. No cabía un alma más en ese lugar.

Para este punto los dos campings a los que había asistido habían sido super tranquilos. Nunca nadie me dijo que existían cosas como frentes fríos y con brisa (comunes para la fecha y más en el área) para los cuales necesitabas asegurar un poco más la carpa con unas cuerdas extra.
Ya sabrán por dónde viene la cosa.
Pasamos un gran día, y al empezar a anochecer comenzó a hacer un frío grande, muy muy grande. Nos pusimos abrigos y entramos a la carpa. Hasta aquí todo bien.
Lo triste empezó junto con el inicio de la noche cuando comenzaron los vientos y la llovizna a caer y a meterse por la carpa (que no tenía un techo apto para esto, y se levantaba).
Avanzada la noche, la brisa golpeaba fuertemente la carpa, la retorcía y ésta se hundía hacia nosotros golpeándonos constantemente. ¡No sabíamos qué hacer! Tratamos de dormir, de ignorar la situación, incluso con quejas (por parte de mi hermano) intentábamos pensar que todo iba a estar bien; lo que no esperábamos era que a la mitad de la madrugada, nuestra carpa que ya estaba llena de hojas, basuritas y a la cual se le metía la lluvia y nos cacheteaba cada cinco segundos, se le iba a romper una de las varillas.
De pronto sentimos que la carpa se hundía más, nos pegaba más, y se quedaba abajo. Así que decidí salir con mi hermano para ver qué estaba basando, y... ¡Oh por Dios!
¡Se rompió la varilla! ¿Y ahora qué hacemos?
Opción A. Quedarnos dentro (lo cual no estaba funcionando, plus hacía un frío horrible)
Opción B. Dejábamos que la carpa muriera sola y nos metíamos al carro.
Comenzó a amanecer y los primeros rayos del sol se metían por las ventanas del auto. Ya no llovía más y no había tanta brisa.
Nos despertamos cada uno en su asiento, arropado cada uno con una colcha, dentro del auto.
Al mirar afuera, cosa curiosa, todo el mundo había despertado temprano. Algunos habían desistido en la noche y se habían ido, pero no habían sido muchos. El resto, simplemente estaban tranquilos saliendo de sus carpas. Sobre todo el "vecino" de carpa, que se encontraba hacia nuestra mano izquierda, quien estaba riéndose de nuestra tirada y triste carpa que tenía dos piedras encima para no volarse, y estaba casi enterrada en lodo. ¡La nuestra fue la única carpa que se cayó! Habían como un millón de carpas y sólo la nuestra se fue al piso. (Ok, no eran un millón, pero si eran bastantes).
Mi hermano y yo salimos a recoger la carpa, pero en ese momento las miradas nos inundaban y la pena fue más grande. ¡Mete eso rápido al carro y vámonos! - Me dijo mi hermano. Y así hicimos. Ni la doblamos. Tiramos eso así mismo en el maletero, nos montamos al carro y le dijimos a mi madre que manejara rápido y sin mirar atrás.
- Luego de esta experiencia aprendí dos cosas:
1. Amarra la carpa.
2. ¿A quién le importa si se cae? A cualquiera se le cae una carpa. Lo importante es aprender y volver a intentarlo.
Por su parte, mi hermano no ha querido volver a acampar nunca más.
Por mi parte, ésta experiencia me ayudó para ayudar a unos amigos hace poco también en su primer camping donde a uno se le rompió también la varilla de su carpa y otras estaban a punto de romperse. (Después les cuento sobre ese trip).
El punto es: ¡Diviértanse! y aprendan todo lo que puedan aprender. Hagan todo lo que quieran hacer. Caminen todo lo que quieran caminar y vivan, que la vida es ahora. ¡Ya! ¡Aquí! Y se está pasando rápido.

Comments